Una organización, del tipo que sea, es la composición de nodos relacionados por asociaciones. Si se eliminan esos nodos lo que queda es la estructura, que deja al descubierto las interacciones. Lo importante en todo conjunto no son esos nodos, sino la cadena ascendente, descendente y transversal de interacciones.
Un conjunto humano siempre tiene jerarquía. En su forma más primitiva se reúnen alrededor de un líder que ejerce el dominio por la fuerza, es decir, una horda. Las hordas son débiles pues dependen de un liderazgo ejercido coercitivamente y que emana de un único individuo, por lo tanto, agrupan a un número no muy extenso de personas, habitualmente no más de una treintena. Estas reuniones tenían lazos de parentesco muy cercanos y carecían de una base estable de residencia.
En el momento en el que las sociedades humanas evolucionan hacia el neolítico, domestican cereales y aprenden a conservarlos. Esto tiene una consecuencia y una innovación radical para el desarrollo humano: el “excedente”. El excedente permite planificar, permite anticiparse y permite acumular los recursos disponibles para liberar a individuos del trabajo y que puedan derivar sus esfuerzos a otras actividades distintas de la producción de alimentos. Surgen así las castas de gobernantes, sacerdotes y soldados.
Estos individuos tejen la estructura en torno a enclaves físicos permanentes llamados “poblados”, la estructura social es vertical, con lazos que no son ya sanguíneos, sino con una compleja estructura estratificada. Surgen así las dependencias, relaciones y el modo en el que son respetadas y se hacen respetar.
Una empresa tiene una estructura similar, con relaciones, comunicaciones y jerarquías que son tanto explícitas o formales como informales o implícitas. Las personas mantienen elaboradas asociaciones entre ellas dentro de la estructura empresarial basadas en un concepto clave: la lealtad.
La lealtad, hacia arriba, se llama disciplina, y es la base sobre la que funciona cualquier organización, desde militar a empresarial. El proceso de toma de decisiones debe ser claro, único e incuestionable, porque, a veces, es preciso dar o recibir órdenes que deben cumplirse, y en ese momento no debe caber el matiz de la preferencia particular o la democracia.
La lealtad, hacia abajo, se llama liderazgo, uno de los valores de Keepler. Es contraparte de la anterior, solo se entiende el respeto a las decisiones cuando la confianza en el proceso y la cadena de autoridad es total.
La lealtad, hacia los lados, se llama compañerismo. El compañerismo nace de la solidaridad, otro de los valores de Keepler, y se nutre, en los momentos difíciles, de la abnegación, renunciar a los propios intereses en beneficio de otros. Por eso es importante conservar, proteger y alentar la cohesión de los equipos y su continuidad en propósitos u objetivos diversos.
La lealtad, hacia la institución, y, por tanto, a sus valores e identidad, se llama honor. Solo un código mantenido y heredado por aquellos miembros con experiencia permite sustentar una organización que, como conjunto, debe ser más que la suma de sus miembros. Este conjunto complejo de individuos y relaciones es mantenido por el andamiaje de valores que la rigen. Esos valores reales, no fingidos, impuestos o descritos oficialmente, son creados y transmitidos por las personas que son rótula que articula los flujos complejos de las iniciativas y que se sitúan como personas de categorías intermedias. En ellos reside el peso de la institución porque son los canales por los que se dirige un mayor volumen de información, de comunicaciones y de asociaciones.
Las empresas son conjuntos complejos donde la toma de decisiones no debe ser consensuada sino ejecutada dentro de un dominio, de acuerdo a una responsabilidad y autoridad delegada jerárquicamente.
En Keepler, hacemos evidentes y transparentes, tercer valor, las responsabilidades y ámbitos donde cada rol ejerce su autoridad. De esa manera la cadena del proceso de toma de decisiones se simplifica y la ejecución de las tareas se clarifica porque siempre se sabe quién debe ejecutarlas dentro de la responsabilidad individual. “Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio” es la base del orden y el método más sencillo de encontrar lo que buscamos; del mismo modo un sistema basado en miembros, con sus responsabilidades, autoridad, dominio, estrategia y políticas explícitas simplifican y ordenan, también, el desarrollo de las actividades operativas en una empresa.
Estos procesos y estructura son revisados incansablemente dentro de un proceso de mejora continua, cuarto y último valor de Keepler, que permite examinar cada iniciativa que abordamos y depurarla para seguir orientándonos a la excelencia.
Imagen por Rawpixel
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