Fabien Girardin [@fabiengirardin] es investigador, doctor, ingeniero, speaker, emprendedor y ejecutivo. Todas estas facetas tienen un punto en común: su pasión por los datos y la actividad humana que los genera; por eso, actualmente guía a las organizaciones en la transformación de los datos y experimentos en culturas, visiones y soluciones innovadoras a través de Near Future Laboratory, una agencia de diseño e investigación con sede en California, Madrid y Ginebra; y bajo un lema que define su propósito: Clarify today, Design tomorrow.
Su labor de investigación se desarrolló principalmente en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), siendo pionero en técnicas que analizan las huellas digitales de la actividad humana para la innovación urbana. Sus últimos años han transcurrido en BBVA Data & Analytics, como co-CEO de esta compañía que se posiciona como centro de excelencia de análisis de datos financieros para transformar el sector bancario. Su visión multidisciplinar le lleva a entender la realidad de manera diferente, apalancada hoy día en el enfoque Design Fiction, un enfoque para anticipar y especular sobre el uso de las tecnologías digitales en un futuro próximo.
Hablar con Fabien nos ha permitido darnos cuenta de que coincidimos en gran medida con él sobre la necesidad de transformar las empresas desde un punto de vista de transformación global, y lo que implica en las tecnologías y culturas. En esta entrevista conversamos con él sobre este y otros temas que nos ayuden a valorar mejor el presente y anticipar mejor el futuro cercano.
Qué es más importante, ¿los datos o la tecnología?
No es que haya uno más importante que otro, depende del contexto. Además, hay otro punto clave: el ser humano, la pieza central de todo. Mi manera de verlo es que hay que separar las actividades: skillset, mindset, toolset y dataset. He visto organizaciones sin acceso a datos que, con la capacidad tecnológica y talento, conseguían canalizar y crear ciertos tipos de datos. Lo mismo ocurre en organizaciones con muchos datos, si no tienen la capacidad de hacer las preguntas adecuadas o no saben cómo transformarlos en decisiones, se quedan atrapadas en fase de exploración. Hay que abrir más el abanico y no solo se trata de datos y tecnología, sino que es esencial el talento y las personas que sacan el proyecto adelante. Hay organizaciones que dicen que los datos son lo más importante, y algo de razón tienen, pero las empresas que no tienen datos también pueden buscar cómo generarlos. Facebook, por ejemplo, no arrancó con datos, pero tuvieron la capacidad de generarlos y apalancar su Negocio en ellos. El punto de partida no siempre han sido los datos.
¿El reto es conectar esas tres piezas?
Al final, en la organización, hay varias disciplinas que tienen que trabajar juntas. No son los científicos de datos o los ingenieros únicamente los que van a llevar a una empresa al futuro, es una mezcla más compleja entre Negocio, Marketing, Diseño, RRHH… Todos tienen que formar parte de este cambio.
¿El futuro tecnológico que imaginamos aún está lejos?
Hay cosas que van más rápidas que otras. A veces nos montamos historias futuristas pensando que los coches van a volar, eso es el “futuro”; y no damos el mismo valor al hecho de que alguien desconocido pueda venir a tu casa a dormir, lo vemos hasta normal, cuando antes ni lo imaginábamos. Solemos pensar en el futuro con una visión en la que todo cambia, como un long-shot, y no percibimos cambios que ya se han dado, que han sido fundamentales y que son bastante increíbles, pero lo hemos integrado tan en el día a día que no lo vemos así. Simplemente Internet ha cambiado nuestra manera de estar y vivir en una ciudad hoy en día. Hay gente que va más allá y se cuestiona el tema de la inteligencia artificial o cómo va a ser nuestro mundo cuando todo esté automatizado… Pero estamos haciendo ya cosas bastante increíbles: coches eléctricos o que aparcan solos, por ejemplo. Aunque no lo estemos usando a escala masiva, entra bastante en el campo de la ficción. Por otro lado, hay gente que enfoca el futuro de una manera que parece siempre un «futuro aplazado» (we are almost there), eso nos impide apreciar que en el presente ya tenemos cosas que casi ni imaginábamos. Es una manera de enfocarlo muy influida por el Negocio, generando expectativas y la necesidad de que se invierta en infraestructuras o herramientas pero nunca llegando a lograr realmente algo. Personalmente no tengo frustración por pensar que hay cosas que no se están logrando.
¿Es causa del inconformismo humano?
Hay una ley, la ley de Amara, que dice que tendemos a sobrestimar los efectos de una tecnología en el corto plazo y subestimar el efecto en el largo plazo. Lo que percibo es que muchas empresas buscan cambios disruptivos inmediatos, cuando la realidad es que hay que ver las cosas en varios horizontes. Si haces una transformación digital también es para que en cinco o diez años tenga sus frutos. En empresas que cada tres meses tienes que entregar algo con impacto económico, vas a medio gas, apuestas por la parte de esa ley que está sobreestimando la capacidad de la tecnología de causar un impacto a corto plazo. Es algo muy diferente del mundo académico o de la investigación, donde hay una gestión del tiempo muy distinta. Se invierte en tiempos más largos que permiten generar conocimientos, herramientas o métodos más de futuro y abrir el contexto del trabajo a algo más; a la sociedad, a la gente… Pensando no solo en aplicaciones, sino en implicaciones. Eso es lo que aporta la riqueza del mundo académico frente a las empresas, ya que con la presión de entregar cada Q es complicado hacerlo de otra forma. Esas dos velocidades es algo que en BBVA Data & Analytics hacíamos. Creo que conseguíamos que funcionara y te da una ventaja con la competencia.
Esto es un poco conflicto de intereses, no toda empresa puede permitirse tener ambas velocidades…
Pocas empresas se pueden permitir varios horizontes, uno cortoplacista enfocado al día a día, pero también tener unos leads o weak signals de lo que viene más tarde. Es lo que llamamos la empresa ambidiestra, que tiene la capacidad de coger unas tecnologías y aplicarlas al día a día para mejorar el Negocio, de una manera incremental, y que la misma gente sea capaz de llevar las preguntas y oportunidades un poco más allá. Es ahí donde la mezcla de varios tipos de perfiles hace que esto sea posible. Es algo más que tener ingenieros o científicos de datos. Si tienes que entender el contexto de tu Negocio, necesitas especialistas. Geógrafos si son necesarios, perfiles legales, de diseño, incluso artistas… Obviamente esto no es fácil para las empresas porque implica que parte de tus recursos están dedicados a apuestas de más largo plazo.
¿Son las start-ups la solución para que muchas empresas que tienen problemas con el cambio puedan evolucionar?
Sí, creo que sí. Las semillas desde fuera vienen con gente que entra en una organización y les hace ver que trabajar de otra manera y pensar de otra manera es posible. Las start-ups o empresas más pequeñas, ayudan a abrir los ojos y mirar hacia donde nadie está mirando. La realidad de lo que he visto es que empresas grandes quieren trabajar con empresas grandes porque se dan seguridad entre ellas. Las empresas grandes no saben muy bien cómo tratar a una start-up y acaban matando las cosas, porque el espíritu de «atreverse» se pierde. A veces, simplemente ese es el plan: cogemos una capacidad y la integramos en la empresa y ya está. La start-up tiene un objetivo y una financiación para ello, se puede permitir enfocarse en algo más a largo plazo sin arrastrar un legado. Las empresas se benefician de esta estimulación. Cuando una empresa trabaja más como una red con sus antenas hacia su contexto, tiene más opciones de estar preparada para el cambio, y la oportunidad de tener esa doble cultura de entregar las cosas inmediatas pero teniendo también el foco en lo que viene.
Airbnb, Cabify… las transformaciones de Negocio a través de la tecnología están impactando en la organización social. ¿Estamos preparados para afrontar estos cambios?
Hay ciertos proyectos, como la industria de las smart cities, en los que quizás no se ve o percibe todo lo que se predecía, es porque se generaron expectativas con la aplicación de tecnología muy relacionada con infraestructura, sensores… Una visión muy top-down de cómo funciona una ciudad. Estamos en una sociedad más conectada que nunca, pero el cambio que trae la tecnología está más relacionado con la confianza y con cómo se gestiona esa confianza en la sociedad, más que la tecnología en sí misma. Apostamos mucho por decir que la tecnología va a cambiarlo todo, pero hay otros elementos que van cambiando, y el tema de la confianza es importante. Veo que la relación de la sociedad con la tecnología funciona como un péndulo, va a extremos, y cuando entramos en extremos nos damos cuenta de a dónde hemos ido y volvemos. Tenemos la capacidad de notar cuándo las cosas van demasiado lejos y se superan ciertas fronteras, como vemos ahora con el tema de Facebook, la automatización de trabajos… Las plataformas de redes de taxis, por ejemplo, se van regulando y adaptando a la sociedad actual. La tecnología tiene un impacto sobre nosotros y después reaccionamos. Lo que llega, es nuevo y cambia las reglas del juego, a veces te empuja a una zona gris o de poca regulación. Durante los últimos 15 años, he trabajado con datos, y los primeros años había una legislación europea nada adaptada. Ahora hay un contexto mucho más específico y regulado. Primero nos impacta la tecnología, y luego le impactamos nosotros a ella, es un baile. Estamos tan mal preparados como en el pasado, pero veo que tenemos la capacidad de adaptarnos y adaptar la tecnología.
¿Cómo pensar en tecnologías del futuro sin perder el enfoque de aplicabilidad real?
Una manera de contar historias pensando en el futuro basándonos en capacidades tecnológicas es proyectarse, ya sea un grupo de personas, empresa o sociedad; y responderse a los conceptos de feasibility, desirability y viability. Cuando haces historias y pasas del fact a la ficción, abres el abanico de quién puede pensar u opinar sobre un problema, no solo un ingeniero o una persona de Negocio. Esa es la metodología de design fiction y lo que intento llevar a las empresas. Es una manera de ir más allá de la historia de usuario. Hay una manera de hacer diseño que se enfoca mucho en el journey, pero no recoge todo el contexto. Hacer trabajo un poco más de ficción implica coger un mundo y llevar una tecnología a ese mundo, permitiéndote investigar cómo cambia algunos aspectos. Es otra manera de proyectarse hacia el futuro y llevar a equipos multidisciplinares a anticiparlo. Actualmente hay mucho enfoque design thinking, pero falta la proyección de “esto es lo que queremos” o “así es como va a impactar la tecnología a este mundo”. Esta es una capacidad propia de la ciencia ficción, ayudar a abrir debates y pensar sin demasiadas restricciones.
¿Te encuentras frenos a ese discurso? Respuestas del tipo: “eso es demasiado futurista” o “Eso no encaja aquí y nuestra realidad es otra…”
Eso es lo bonito. Alguien en una sala puede decir: “Esto no se cómo hacerlo”; pero ahí estás abriendo una puerta. Alrededor de una mesa hay gente que va a poner sus restricciones, especialmente relacionada con el corto plazo, pero cuando haces una apuesta más a largo plazo da más margen a pensar en el camino para llegar al objetivo. No es fácil ni es para todo el mundo llegar a pensar así, si la empresa está muy enfocada en el delivery del día a día, hay una frontera cultural que es necesaria superar.
¿Por qué fracasan proyectos al pasar de la ficción a la realidad?
Hay tantos factores de un fracaso… Uno es que la gente realmente no está en la misma página. Cuando no ven el mismo camino, no tienen objetivos alineados… A los seres humanos nos puede costar trabajar juntos, entender a dónde vamos juntos, y más cuando los incentivos no están alineados. Cuando un equipo de ingeniería tiene unos objetivos de hacer que las cosas funcionan y sus métricas son reducir incidencias, y tú vienes rompiendo sus esquemas cuando son ellos los que tienen que implementar, ahí se complica y el proyecto debe tener eso en cuenta. Cuando se habla de organizaciones con cierto tamaño, eso genera mucha frustración.
Vivimos en una vorágine tecnológica, ¿estamos dando tiempo a que las tecnologías maduren?
Hay cosas que no van a la misma velocidad. Tenemos esa sensación de incremento de velocidad que es cierta: el mundo está más conectado que nunca, el dinero y las inversiones se mueven más rápidamente… Las personas que vivimos en esta industria lo percibimos más fuerte porque está impulsado por los proveedores de tecnologías. Cuando piensas en temas como IoT, que fue muy potente hace un par de años, aplicándose en unos contextos y muriendo en otros, te das cuenta de que hay velocidades diferentes. Las empresa y la sociedad, en unos casos, reducen estos tiempos: Uber está cambiando la manera de vivir en algunas ciudades, en otras no, ni siquiera llegó a entrar; porque la tecnología no lo permite, porque las reglas no lo permiten… Hay una sensación de que todo va muy rápido, pero hay una parte provocada por cómo Silicon Valley nos vende su Negocio al vivir de este cambio constante con la sensación de estar siempre atrás. Hay que elegir lo que importa y lo que importa un poco menos. En la sociedad hay cosas como la realidad aumentada que va por olas, llega una ola y aporta algo nuevo, pero luego vuelve atrás porque las promesas no son tan increíbles como se pensaba. Hay que entender y no dejarse intoxicar por tanta sensación de rapidez y cosas nuevas, y hay que ver hasta qué punto entra en las prácticas reales de la sociedad y en cuáles no, incluso que no entrará (al menos en largo tiempo) como los coches que vuelan, idea que tenemos desde hace más de 100 años y no ocurre realmente. Ante la sensación de ir rápido hay que saber dar un paso atrás y asumir que hay historias que vuelven periódicamente.
¿Cómo ves el mundo en 10 años?
Algunas cosas van rápidas y otras fracasan. Cuando salieron las Google Glass parecía que en un par de años todos íbamos a llevarlas. Lo ves, funciona, ¡es increíble! Pero luego no encaja en la costumbre de las personas hoy en día tan rápido como se pretendía. Intento no pensar en el futuro de manera utópica o distópica, porque la utopía de uno es la distopía del otro. Seguiremos teniendo sillas, teniendo mesas, seguiremos viajando, queriendo ver a gente… Habrá cosas que no van a sufrir disrupción, pero tengo curiosidad por saber cómo se va a automatizar el tráfico, cómo se va a gestionar el cambio climático y los recursos que tenemos. Hay un fuerte empujón en este sentido y muchos trabajos de ficción ahora van dirigidos ahí. Hay gente que piensa en ciencia ficción solo en el ámbito de energías renovables, hay mucho interés enfocado en eso. Pensando en Madrid, por ejemplo, en qué modo los taxis seguirán siendo taxis, o no; o cómo la forma de gestionar la movilidad en la ciudad va a cambiar, porque me parece poco sostenible actualmente. Tecnológicamente nos estamos acercando a hacer cosas de manera distinta.
¿Y cómo puede afectar a la relación de las personas?
No lo sé. Por lo que puedo ver, el hecho de que funcionen plataformas de contactos, como puede ser Grinder, indica que los contactos son más rápidos, y esto también genera un cansancio. Volviendo al concepto de péndulo, también volvemos a querer relaciones de largo plazo… No sé cómo va a ser el futuro, si estaremos más en contacto con mucha más gente, o si después de tener mil amigos en Facebook vamos a querer tener solo 50 más cercanos y a los que cuidemos más. No hay una respuesta única pero creo que los efectos vintage nos llevan a querer vivir de otra manera cada cierto tiempo. Hay cosas del ser humano que la tecnología no está cambiando de manera tan radical. La confianza vuelve a ser clave entre personas e instituciones. Hoy en día, entras en un coche de alguien que no conoces, sin hablar si no quieres, y te va a llevar al sitio donde quieres… ¡Y esto funciona! Mi trabajo no es decir lo que va a pasar en el futuro, pero ayudo a pensar lo que hay que hacer hoy para acercarse de futuros feasible técnicamente, desirable humanamente y viable económicamente.
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